Por la fuerza no se consigue convencer, sino imponer. Con la bondad, la mansedumbre, la humildad, y, sobre todo, con el propio ejemplo, es más fácil llegar a los otros. Si no ven en nosotros la mano que castiga o la lengua que descalifica virulentamente, no nos rechazarán de entrada. Para conseguir más adeptos a la causa del Evangelio debemos despojarnos de la soberbia y la amenaza.

Mateo 1, 18-24
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un

