Si amamos a Dios como nos ama Él, debemos estar siempre dispuestos a ir a su encuentro, con alegría y con esperanza. Y a verle en los demás. A hacer por los otros todo lo bueno que podamos hacer. Porque quien es cristiano de verdad tiene que estar decidido a seguir el Evangelio. Sin temor a que esto pueda, a veces, resultar duro y llevar incomprensiones, incomodidades y rechazos. El cristianismo es amor, un amor que enciende los corazones y los hace lanzarse a las más grandes y nobles hazañas.

Marcos 12, 35-37
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido