No se concibe un santo apenado, mustio, sin alegría. Un cristiano nunca ha de estar triste. Porque la fe que profesamos tiene como estandarte a Cristo resucitado, con el que todos resucitaremos en su día. Nuestro Dios es el padre que nos ama, nos comprende y perdona. Un Dios alegre que nos llena de gozo inmenso. Por eso debemos estar siempre alegres.

Lucas 10, 21-24
En aquella hora Jesús se lleno de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,