Cada instante, no solo cada día, hemos de vivirlo como si fuera lo último que se nos concede. Del pasado, solamente podemos pedir perdón por lo que pudimos hacer y no hicimos o por los errores que cometimos con nuestras meteduras de pata. El mañana no existe, por lo tanto, prescindamos de él y limitémonos a vivir cristianamente cada segundo, conscientes de que en cada tic tac nos jugamos nuestro futuro.
Juan 10, 22-30
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.