Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Y Dios es amor. Por tanto, debemos vivir en ese amor que se nos ha dado y que debemos transmitir a los demás. Un cristiano que no ama al Dios que le ha creado y a sus semejantes, que también nacieron del mismo amor divino, no merece ser testigo de Jesús. Alimentémonos de lo esencial, viviendo fielmente conforme a la fe recibida, porque es lo que nos da fuerzas para ser fuertes y dar los frutos que se nos piden en razón a que fuimos creados gratuitamente por el amor de Dios.
Marcos 1, 14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está