En las relaciones humanas el respeto al otro es clave para conseguir el respeto mutuo. Pero más que ese respeto a los demás debe ser tenido en cuenta el respeto que cada uno se tiene a sí mismo. Es necesario que seamos coherentes y actuemos conforme decimos creer, pues de esta forma los otros comprenderán que somos consecuentes con nuestra fe y, por tanto, no jugamos al engaño, sino que somos gente de fiar. Es la mejor manera de ser respetados.
Marcos 10, 2-16
En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?» Él les replicó: