Es en todos los instantes de cada día, rutinarios y simples casi siempre, donde podemos transformarnos para bien de nosotros mismos y de los demás. Basta con convertir lo que hacemos, por nimio que sea, en alabanza y gloria del Dios que nos ama y que nos impele a amar a los demás. No se nos pide que hagamos cosas heroicas, sino que lo que hagamos esté impregnado de bondad y entrega.
Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón