Danos fuerzas, Señor Jesús, para aceptar nuestra cruz pacientemente. Que comprendamos que sin ella no seremos discípulos tuyos. La cruz destinada a cada uno de nosotros está formada por renuncias, sacrificios, dolores, incomprensiones, carencias materiales y un sinfín de pequeñas y grandes cosas que se nos niegan o que se nos imponen. A veces cuesta aceptarlas. Nuestras debilidades pugnan por rechazarlas. Pero con tu ayuda es más fácil llevarlas. No nos dejes desamparados, que sin ti poco podemos hacer y el peso de estas cruces nos derribaría.

Marcos 12, 35-37
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido