A menudo, nuestra lengua y nuestro comportamiento se muestran muy rápidos en enjuiciar lo que hacen los otros. Poca misericordia hay en nuestros corazones cuando nos lanzamos a descalificar a los que no están de nuestra parte, o no nos caen bien. No tenemos que ser jueces de los demás, sino solamente de nuestras propias acciones. Dejemos de repartir sentencias absolutorias o condenatorias a los que están en nuestro alrededor.
Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que