Si de verdad amamos a Dios, si nos echamos en sus brazos sin miedo, aceptando hacer su voluntad, habremos conseguido inmunizarnos contra las apetencias mundanas. Porque solamente en Dios encontraremos la felicidad plena. Amándole a Él, todo lo demás nos sobrará y nos resultará muy fácil desprendernos de lo que no tiene valor. No equivoquemos, pues, nuestra meta, que es la que nos lleva a amar a Dios y a los hermanos, pues ésta es la voluntad del Señor para los que quieren ser fieles a Él.

Juan 5, 1-3. 5-16
Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que