En la entrega total a quienes nos necesitan está la virtud del amor. Repartir lo sobrante o lo superfluo, ni nos transforma a nosotros ni resuelve el problema real del mundo que nos rodea y del que somos parte. Quien se dice creyente en Cristo no puede conformarse con repartir migajas, porque si no se está dispuesto a dar hasta la propia vida, no servirá de nada lo que se haga.
Marcos 1, 14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está