Sólo Tú, Señor, puedes transformar nuestros corazones para que sepamos vivir en paz, para que no tengamos miedo a ser delatados como siervos tuyos, para que la alegría de la fe en ti nos empape. Sólo Tú puedes liberarnos de las esclavitudes mundanas y de los egoísmos aniquiladores de la persona. Que perdamos el miedo a gritar con los niños judíos que acudieron a recibirte con palmas y ramos: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Que comprendamos que solo Tú eres la fuente de la que mana la alegría plena.

Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios,