Nada tiene que ver la justicia de los hombres con la justicia de Dios. Los hombres condenamos, según las leyes humanas, a los que cometen delitos. Dios perdona siempre, porque su misericordia es infinita y escucha nuestras súplicas de perdón no una vez, sino todas las veces que acudimos a Él con humildad. De Él nada tenemos que temer porque su amor es inmenso y le llevó a sacrificar a su propio Hijo por nosotros.
Marcos 16, 15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El