Claro que la verdad a veces duele, como cuando nos la aplicamos a nosotros mismos y no coincide con nuestra manera de actuar. Decirla a otros es muy sencillo, pero interiorizarla en nosotros mismos es más difícil. Pero resulta imprescindible si realmente queremos ser consecuentes con lo que decimos creer. Antes de decirle a otros la verdad, tenemos que mirarnos en el espejo para reconocernos cómo somos realmente nosotros.

Mateo 9, 27-31
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los