La sociedad en la que estamos inmersos necesita personas humildes, serviciales y honestas. Sobran los soberbios que se consideran superiores a los demás. Por desgracia, éstos son los que más abundan. Nosotros también pecamos de este grave defecto. Con frecuencia nos sobrevaloramos. Tenemos la osadía de mirar a los otros como si fueran inferiores, menos cultos, menos inteligentes, peores cristianos… Nos vendría bien reconocer que somos un poco de barro.

Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios,