No es admisible practicar la caridad con tristeza. Ni con desgana. Ni por compromiso social. Hay que poner en ello alegría, ilusión, entrega. Porque eso es lo que da valor a nuestras acciones caritativas hacia los demás. Debemos estar dispuestos permanentemente a ayudar. Con la palabra y con las obras. Sin regatear nada. Conscientes de que el premio nos vendrá dado por el Señor, que no dejará sin recompensa un simple vaso de agua que demos en su nombre a quien tiene sed.

Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó