Aprendamos a ser más humildes. Renunciemos a los personalismos y a considerarnos mejores que otros. Porque no lo somos. La soberbia es un mal que nos causa mucho daño. Cuánto más huyamos de ella, mejor nos irá. Si empezamos por renunciar a querer ser centro de atención y protagonistas de cuanto bueno e importante surge en nuestro entorno, habremos dado un gran paso para acercarnos al hombre nuevo que Cristo quiere que seamos.
Marcos 16, 15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El