Los cristianos que tratamos de seguir fielmente las enseñanzas de Jesús no debemos encerrarnos en nuestro pequeño mundo geográfico o mental. Hemos de estar abiertos al mundo, como la Iglesia de la que formamos parte. Cristo no predicó solo a los de su pueblo, sino a todos los hombres que se acercaban a escucharle. Anteponer los privilegios de raza, cultura o nacionalidad no casa con el Evangelio. Porque el nacionalismo levanta fronteras y encumbra lo propio como lo mejor y se convierte en un egoísmo que daña la convivencia y rompe la solidaridad.

Juan 5, 1-3. 5-16
Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que