La infinita misericordia del Señor le lleva a suavizar los sacrificios que nos supone el seguirle conforme nos tiene mandado. De esta forma, en un gesto paternal, nos cambia las cadenas por los brazos de la libertad que nos hace hijos suyos y servidores, por Él, de los hermanos. Dios no quiere nada malo para cada uno de nosotros, porque nos ama como padre bueno. Acojámonos siempre a su misericordia.

Marcos 12, 35-37
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido