No tengamos dudas: el Señor paga con creces. Siempre. Lo que hacemos por los demás, no queda sin recompensa. Nunca. Una palabra de consuelo, tiene premio. Un apretón de manos no es un gesto inútil. Un vaso de agua a quien tiene sed, no es una acción baladí. Ceder el asiento en el autobús a otra persona conlleva recompensa. Porque todo, hasta lo más insignificante que hacemos con los demás es tenido en cuenta por Él.

Lucas 17, 11-19
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres

