María, nuestra Madre, lo es todo para los que nos consideramos hijos suyos. Por eso nos sentimos alegres cuando la alabamos y bendecimos. Pronunciar su nombre nos llega de inmensa paz. Si la llevamos siempre con nosotros, seremos los más dichosos. Ella nos guiará siempre por el buen camino, el que nos conduce a su Hijo y hermano nuestro, Jesús.
Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero os digo: no hagáis frente